MANUEL
Manuel ha publicado hoy en sus redes una foto que ha levantado un recuerdo de mi juventud contra la intolerancia.
Por entonces no existían los bancos arcoíris, ni se había celebrado aún la primera Fiesta del Orgullo Gay en Madrid, ni se había organizado el colectivo LGTBI.
Éramos tan jóvenes que la memoria tiñe con luz dorada esa época.
Éramos Pablo, Álvaro, Jesús, Manuel y yo, con diecisiete años. Cinco adolescentes congelados en lo fugaz para siempre.
Estábamos en mi casa cuando Manuel sacó una foto y nos la mostró.
—Os quiero presentar a mi pareja.
Todos miramos sin entender, porque Manuel aparecía feliz junto a un chico en la instantánea de la Polaroid.
Ante nuestra incomprensión, nos sonrió con sabiduría. De repente se había hecho gigante.
—Me gustan los hombres, pero no me llaméis maricón —nos dijo con un brillo que nunca había visto en sus ojos y la voz casi desafiante.
Manuel era el que más éxito cosechaba entre las chicas, y por eso la revelación nos cogió por sorpresa, pero apenas tardamos un minuto en asumirla.
Le devolvimos la foto y no quisimos más explicaciones aparte de las que él mismo quiso darnos, sobre todo referidas a la tensión que la noticia había provocado en su familia. Solo abrazamos fuertemente a nuestro querido amigo y deseamos que el rechazo de su padre fuese pasajero.
Y nada cambió entre aquellos adolescentes, que siguieron disfrutando de su amistad fraterna en aquel tiempo inmortal.
Hoy Manuel es profesor de inglés de Secundaria y ha colgado una foto en Facebook sentado en un banco arcoíris.
Aparece con su chico actual, pero ya no sonríe y mira sombrío a la cámara, porque unos jóvenes intransigentes le han roto la nariz.
Y le han llamado maricón.
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